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Artículo realizado por el Equipo de TKE Home Solutions
A partir de los 50 años, una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres tendrán una fractura debida a la osteoporosis. Además, la mitad de los que ya han superado una rotura por fragilidad, sufrirán otra más, y el riesgo crecerá exponencialmente con cada accidente. La osteoporosis es la enfermedad más común de los huesos y suele provocar, sobre todo, fracturas en las muñecas, la columna y las caderas; también en la pelvis y los hombros.
La osteoporosis no produce síntomas, no duele, no se nota y progresa lentamente. La mayoría de las personas ignoran el estado de sus huesos hasta que sufren una fractura, aparentemente sin demasiado motivo, tras un simple tropiezo, una caída suave o un golpe leve. Quienes se someten a una prueba de densidad ósea pueden conocer el estado de sus huesos, pero los que no deseen pasar por la radiación de una densitometría deberían hacer lo mismo que si supieran que están en riesgo: cuidar los huesos durante toda la vida y especialmente conforme se cumplen años.
Estas son las cosas que todo el mundo debería saber sobre la osteoporosis:
El cuerpo reemplaza constantemente las células viejas y fabrica otras nuevas en el hueso, o sea, por un lado absorbe y por otro crea hueso nuevo; pero este equilibrio se va alterando con los años, de manera que el proceso de degradación se vuelve más rápido que el de reposición. No todo el mundo padecerá osteoporosis cuando sea mayor, pero sí el desajuste y la pérdida de hueso. De ahí que haya que tomar medidas que retrasen el deterioro y llevarlas a cabo a diario tanto si se padece osteoporosis como si no, porque los huesos son el soporte de nuestro cuerpo durante toda la vida, esenciales para el aparato locomotor, protegen órganos vitales como el corazón o el cerebro, almacenan calcio y fósforo y resultan decisivos para el sistema endocrino.
Cualquiera puede ser candidato a desarrollar osteoporosis, y no conviene pensar que por ser hombre o por no tener antecedentes familiares se está libre del problema. Estos son algunos de los factores de riesgo sobre los que no podemos influir:
Está en nuestra mano controlar algunos de los factores que propician la osteoporosis. Estos son los principales:
Hay que aportar al organismo las cantidades de calcio y de vitamina D que necesita.
Una vida sin ejercicio supone un altísimo factor de riesgo para la osteoporosis. Los huesos, igual que los músculos, se fortalecen con el deporte. Además, no vale con dedicar dos o tres horas a la semana a una actividad; cada día es necesario moverse y no permanecer durante largo rato sentados. Los mejores ejercicios son:
A veces, no es posible engordar debido a factores genéticos, trastornos alimentarios o enfermedades físicas, pero estar muy delgado resulta perjudicial para los huesos. Una cierta proporción de grasa, sobre todo durante la adolescencia y especialmente en las mujeres, es conveniente para aumentar el tamaño de los huesos.
El tabaquismo impide la absorción del calcio. Esto puede afectar ya a las personas jóvenes que son fumadoras y repercutir en etapas posteriores de la vida.
«Mucho» es más de una bebida al día para las mujeres y dos para los hombres. Si se bebe, hay que hacerlo con moderación porque, aparte de perjudicar a los huesos, daña el corazón, eleva el riesgo de accidentes cardiovasculares y de muchas otras patologías.
Conviene consultar con el médico porque algunos fármacos contra el asma, los problemas de tiroides o la artritis pueden, a la larga, influir en la incidencia de la osteoporosis. En ocasiones, esto es un factor que no podemos controlar debido a que el tratamiento es un mal menor para combatir enfermedades graves, como el cáncer, pero en otras sí es posible buscar alternativas.
Tener una buena musculatura y entrenar el equilibrio es lo primero para evitar las caídas y minimizar su daño.
Es posible que el médico prescriba medicamentos para prevenir más pérdida de masa ósea, pero estos fármacos son discutidos y pueden tener efectos secundarios adversos, aunque a veces sean necesarios tras una rotura o en casos de riesgo alto de fracturas.
Lo más habitual será que el doctor recomiende, además de llevar una vida activa, tomar más calcio y vitamina D, que van a la par: la vitamina D ayuda a absorber el calcio y asegura la mineralización de los huesos.
Si uno no toma suficiente calcio en la dieta, tendrá que recurrir a los suplementos porque, cuando no se obtiene de los alimentos, el cuerpo toma lo que necesita de los huesos y los dientes. Tengamos en cuenta que un niño en pleno periodo de crecimiento requiere 1.000 miligramos diarios de calcio y que un hombre mayor de 70 años precisa 1.200 mg, la misma cantidad que debería tomar una mujer a partir de los 51 años. En cuanto a la vitamina D, la demanda es de 600 unidades internacionales, pero a partir de los 70 años aumenta a 800 UI.
A modo de ejemplo, un vaso de leche (da igual si es entera o desnatada) contiene aproximadamente 300 mg de calcio; un yogur, 150 mg; 30 gramos de queso curado aportan 250 mg de calcio; 50 g de frutos secos, como nueces, almendras o avellanas, tienen 120 mg; la mitad de una lata de sardinas, 200 mg; 100 g de higos secos, 180 mg.
La vitamina D ayuda al cuerpo a absorber el calcio de los alimentos que ingerimos, pero son muy pocos los alimentos que la contienen de forma natural, salvo que estén fortificados. Algunas fuentes de vitamina D:
La piel también produce vitamina D cuando se expone a la luz solar, por lo que, salvo recomendación en contra, viene bien tomar 10 minutos de sol en la cara, el escote, los antebrazos y las manos de dos a tres veces por semana, y mejor si se hace a la vez que se da un paseo al aire libre. No vale si se toma a través de un cristal. Los días nublados o con niebla, la piel de color oscuro y los fotoprotectores limitan la producción de vitamina D.
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