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Artículo realizado por el Equipo de TKE Home Solutions
Lunes, 11 de junio de 2022, 11:15
No es lo mismo la soledad que el aislamiento social. La soledad es un sentimiento angustioso que puede ser subjetivo. Hay quien vive solo y no por ello se siente mal, y hay quien convive con su pareja 24 horas al día y se percibe como tremendamente solo. En cambio, el aislamiento social es la falta objetiva de contactos, la ausencia de personas con las que interactuar regularmente. Con la edad, el aislamiento social suele ir en aumento y, consecuentemente, también los sentimientos de soledad.
Aunque, en uno de cada cuatro hogares vive una persona sola y cerca de la mitad de ellos son mayores de 65 años. Además, no hace falta ser mayor para sentirse solo: un 32 % de las personas de entre 45 y 55 años que ocupan un hogar unipersonal dicen llevar mal la situación, mientras que un 47 % de 65 años en adelante expresan malestar con la falta de compañía. El número de quienes viven solos crece cada año, lo cual es preocupante porque la soledad y el aislamiento social en los mayores están considerados un grave problema de salud pública.
Diferentes estudios han concluido que las personas que se sienten solas presentan alteraciones en los glóbulos sanguíneos como si estuvieran haciendo frente a una infección bacteriana y que la soledad puede llegar a enfermar a una persona. Dado que somos seres sociales, necesitamos pertenecer a una red, sentirnos integrados y conectados, y cuando esa socialización no se da, hay repercusiones negativas en nuestra salud física y mental. Los investigadores no pueden medir cuánta soledad es dañina, pero sí tienen claro que sus consecuencias son nefastas.
Puede ocurrir de forma repentina, por algún suceso concreto, como el fallecimiento del cónyuge o la separación de la pareja, por mudarse a una nueva casa en un lugar alejado del anterior, por un accidente, etc., pero hay algunas causas que predisponen claramente a la soledad.
Las personas con menos recursos económicos tienen menos posibilidades de salir, viajar, practicar actividades dirigidas y socializarse.
Aunque es cierto que la buena o mala relación de pareja influye, los casados, por regla general, se sienten menos solos que los solteros o los separados y divorciados.
No vivir en el país de origen, rodearse de una cultura ajena, desconocer el idioma y no contar con una red familiar cercana son factores de riesgo para la soledad.
Hay mayor porcentaje de personas que se sienten solas en las grandes ciudades que en las áreas rurales, y no es lo mismo vivir en una zona aislada que rodeado de gente.
Las personas que no cuentan con buenas y que no han conservado amistades cercanas sufren mayor aislamiento y soledad no deseada.
Suponen un grave factor de aislamiento. Las ciudades, a menudo, ignoran las dificultades que sufren las personas con problemas de movilidad. Las soluciones salvaescaleras permiten ayudar a la gente a moverse en su vivienda y poder salir y entrar fácilmente a ella. Las comunidades de vecinos están obligadas a implementar soluciones que eviten la exclusión social de sus vecinos instalando salvaescaleras, ascensores, rampas, etc.
Con el paso del tiempo, es normal que la pareja o algunos amigos fallezcan, que cueste más desplazarse, que aparezcan problemas de salud, enfermedades crónicas, etc.
La edad suele acarrear también hipoacusia, pero tiene remedio, siempre que se tomen medidas a tiempo. Es importante no retrasar el uso de audífonos, porque de primer orden, a muchas personas les cuesta conversar con quien no oye o a quien hay que estar permanentemente gritando.
Invertir en dispositivos informáticos y ser solvente en el uso de aplicaciones de videollamada ayuda a no aislarse. Pero, ojo, las redes sociales, pese a su auge e implantación en personas mayores y de mediana edad, no parecen tener efectos positivos para paliar la soledad: su efecto llega, en algunos casos, a ser contraproducente.
Igual que practicamos el autocuidado tomando una dieta saludable o haciendo ejercicio de manera habitual, se recomienda trabajar activamente por mantener el contacto social, porque redunda en la salud mental y física. Hay que programar un tiempo diario para socializar, ya sea presencialmente, por mail, teléfono, etc., para compartir los sentimientos con otros y alimentar las relaciones.
Estar lejos puede compensarse con . Hacer un zoom con los nietos para leerles un cuento o arreglarse para charlar con una prima por videoconferencia un día a la semana es una buena alternativa. Si no se cuenta con conocimientos informáticos suficientes, siempre se puede pedir ayuda para aprender o tomar clases.
Mucha gente se ha limitado durante años a dar los buenos días a quien se encontraba en el portal y punto. Pero está demostrado que el simple hecho de intercambiar unas palabras con los vecinos es bueno para la salud. Hay que probar a decir algo o comentar alguna cosa, de vez en cuando, con los viven al lado.
Ayudar a los demás es altamente gratificante, permite no solo conocer gente nueva, sino también llenar de sentido la propia existencia.
Hay mucha gente necesitada de vivienda que estaría dispuesta a convivir. Al principio, cada uno puede tener su espacio, pero seguro que, con el tiempo y el roce, se comparten conversaciones y nace la amistad y la agradable convivencia.
En la vida, sobre todo cuando es larga, se van dejando atrás amistades que fueron importantes en otras etapas. Es hora de volver a quedar y retomar lo interrumpido.
Las viejas aficiones abandonadas por el trabajo, el cuidado de los hijos o por dejadez, se pueden reavivar o, también, intentar nuevos aprendizajes. Seguro que cerca de nuestro hogar existen centros que imparten enseñanzas interesantes, útiles o divertidas: ganchillo, fotografía, talleres de escritura, ajedrez, cerámica, pintura, huertos comunitarios...
reduce el estrés y mejora notablemente la hipertensión. Existe una mascota adecuada para cada uno: un perro, un gato o un pajarito permiten paliar el sentimiento de soledad.
Además de ser saludable, socializa. Grupos para caminar, hacer taichí, yoga o gimnasia en casa con un monitor y unas cuantas personas que queden para practicar juntas.
Quedar un día a la semana para ofrecer un café con cartas, dados u otros juegos de mesa supone un aliciente y una forma de socializar.
Las personas creyentes pueden encontrar apoyo y compañía en las celebraciones religiosas. Hay que acercarse a lugares donde se practiquen este tipo de actos.
La lectura es siempre beneficiosa para mantener en forma el cerebro, la imaginación, la empatía... Elegir un libro con un amigo, darse un tiempo para leerlo (también existen audiolibros) y quedar para comentarlo es una actividad útil en lo personal y en lo social.
Acordar con amigos cocinar un día a la semana para uno mismo y para los otros, y si se puede hacer juntos, mejor.
Los centros de día, culturales, sociales, comunitarios o municipales ofrecen actividades para personas mayores, también para los que tienen limitaciones de movilidad.
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